viernes, 9 de noviembre de 2012

Crítica - Skyfall: James Bond renace en su 50 aniversario

"Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe", fue lo primero que me vino a la mente mientras estaba en la cola de las palomitas mirando de reojo el cartel de Skyfall, la nueva aventura de Bond que tanto éxito ha cosechado desde su primer escarceo contra el Doctor No, hace exactamente 50 años. La imagen de un Daniel Craig con una mano en el bolsillo y una expresión que sugería más hastío que provocación, reforzaba la idea de que me preparaba para ver dos horas y pico de acción y espionaje (últimamente más de lo primero y bastante menos de lo segundo), en la línea de Quantum of Solace, que tan frío y desencantado me había dejado cuatro años atrás. Nada más lejos de la realidad.

Creo que no me equivoco al afirmar que Skyfall es una de las secuelas de James Bond que más ha "jugado" con las posibilidades del personaje, presentándonos a un agente 007 no solo más humano (lo que implica que reciba un disparo y tarde en recuperarse, o que se emborrache de vez en cuando) sino también más vulnerable y algo mayor ya. Se trata pues, de una versión de Bond que es evaluada todo el tiempo, que comete fallos, es reprendido por sus jefes y aún así, sale del apuro con una sonrisa, a veces algo cansada, y una frase fácil del tipo: "te veré en el infierno".

En un audaz intento de mostrar mucho más del famoso agente secreto, Sam Mendes (American Beauty, Camino a la Perdición) nos acerca a la infancia de James en una oscura casona en mitad del campo con un cementerio al lado donde descansan los cuerpos de sus padres, soltando de vez en cuando alguna pequeña pista sobre el origen del protagonista. Mucho más sutil, a la par que provocativa, resulta la sugerencia de una posible homosexualidad (¡¡Herejía!!) del espía británico en una escena que comparte con Bardem (soberbio como villano), quien le desabrocha unos cuantos botones de la camisa ante la reacción más bien divertida de un Bond un tanto "juguetón", que deja abierta la puerta tanto a la carne como al pescado. Además, para rizar el rizo aún más en esta introducción a la psicología del personaje, un complejo de Edipo con respecto a su superior "M" (¿de Madre?) interpretado de nuevo por una Judi Dench con muchos más matices y recorrido que en las entregas anteriores. Como veréis, con semejante cóctel de personalidad, apreciar el contraste entre el Bond de Daniel Craig y el resto de agentes con un perfil más sobrio como Roger Moore o Sean Conery (a quien Mendes tanteó para aparecer la película coincidiendo con el 50º aniversario de la saga) será inevitable para los fans de 007.

Javier Bardem interpretando su papel de villano en Skyfall
Especial mención requiere un Bardem que lo borda en su papel de malo-loco-homosexual, cuyo atributo físico más destacable consiste en una peluca rubia que ríase usted de la melena que lució en No es país para viejos. Un punto negativo sin embargo para los que apostaron por el doblaje de la voz del actor español, a la que ya estábamos acostumbrados, y que yo, personalmente, eché de menos en él. Fueron muchas las declaraciones que Bardem hizo en varias publicaciones cuando promocionaban la película, en la que dijo sentirse "un poco intimidado" por la presencia de Craig Y Dench durante el rodaje, llegando incluso a quedarse en blanco alguna que otra vez cuando compartían escena. Tampoco se ha librado de la repercusión que han tenido sus palabras sobre la crisis en el diario "El País", en las que aseguraba que "al gobierno español le iba bien tanto paro para que las condiciones laborales sean terribles". El actor, que ha sido siempre muy criticado por no tener pelos en la lengua a la hora de manifestar sus opiniones en lo que a política se refiere, declaró para la revista "Fotogramas" que hacía mucho tiempo que abandonó el objetivo "imposible" de pretender gustarle a todo el mundo.

Dejando a un lado a los personajes y su evolución, nos encontramos con una estructura muy similar a la de otras cintas de James Bond en cuanto al desarrollo de la acción y los tiempos que sigue la historia: un comienzo de unos 10 - 15 minutos de acción trepidante en un lugar exótico del globo que esta vez transcurre en Estambul (al igual que en Desde Rusia con amor), para dar paso a unos títulos de crédito un tanto psicodélicos (esta vez a cargo de la cantante Adele con uno de sus mejores trabajos), que a su vez conducen a la historia en sí. Explicación de la trama con un objetivo casi imposible de conseguir, peleas a vida o muerte que cada vez recuerdan más a las de Jason Bourne con esa sucesión de golpes rápidos y desesperados, presentación del villano y de la chica de turno (con una presencia bastante fugaz en esta entrega) hasta llegar al acto final con un desenlace, he de reconocerlo, un tanto inesperado.

Quizás lo que más me llamó la atención en dicha estructura es que, a diferencia de otras secuelas donde la acción se desarrolla en lugares dispersos del globo (España, Tailandia, Brasil, India, Jamaica, Florida...), en Skyfall, después de pasar por Shangai, toda la acción se concentra en Londres y sus afueras, presentando una curiosa mezcla (o a mi me lo pareció) entre un personaje tan antiguo en el tiempo como James Bond, y un Londres actual y moderno, reflejado claramente en una persecución en el metro de la City, donde Daniel Craig se adentra en el gentío que va a utilizar el transporte público en plena hora punta.

Daniel Craig en una escena de Skyfall
Lo que no encaja mucho, aunque es ya muy habitual en las películas del agente secreto, son determinadas partes de la cinta con escenas de acción excesivas que le restan credibilidad a la trama por lo forzado de la situación. Un claro ejemplo de ello es la escena del túnel de metro en la que, literalmente, un tren con todos sus vagones cae encima del protagonista, con pasajeros y todo, que me recordó al comienzo de Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal, donde vemos a Harrison Ford sobreviviendo a una bomba nuclear introduciéndose en una nevera, como si el guionista le hubiese permitido a su hijo de cuatro años escribir esa parte del texto.

En resumidas cuentas, Sam Mendes hizo una apuesta que, como todas, conllevan riesgos. La versión de Bond de Skyfall es una de las más innovadoras y originales de cuantas se han hecho para una saga que, a mi parecer, necesitaba nuevos aires para sobrevivir. Mendes abre así la puerta a futuras versiones del espía a la hora de explorar nuevas facetas dentro de las posibilidades del personaje que, como queda demostrado en su última aparición, pueden ser muchas y muy interesantes.

Lo mejor: Un director que ha sabido ofrecer una perspectiva diferente de un Bond al que estábamos demasiado acostumbrados.

Lo peor: Determinadas escenas de acción metidas con calzador.






4 comentarios:

  1. A mí la película me ha gustado. Es cierto lo que comentas de que es un Bond mucho más natural y con los pies en el suelo, nunca me hubiese imaginado a 007 en los vagones del metro de Londres; eso le da un enfoque distinto sin duda. Lo de Bardem es increíble, para mí, el mejor villano de Bond. Saludos!

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    1. Gracias por tu comentario, esperemos que Bond siga dando de que hablar.

      Saludos!

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  2. Quizá tenga demasiado idolatrado el estereotipo Bond..caballeresco, elegante e ingenioso de siempre, lo que ha hecho que me haya decepcionado tanto la película, no me gusta el nuevo aire que le están dando. Javier Bardem impresionante! enhorabuena por tu nueva entrada, me ha encantado :)

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    1. Muchas gracias por tu comentario. Puede que en las siguientes entregas vuelvan al prototipo de Bond anterior, cada director tiene una forma de enfocar una historia o personaje...

      Saludos!

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