lunes, 9 de abril de 2012

Crítica - Ira de Titanes: en la línea de su antecesora

Desde que era pequeño hasta que llegué a la universidad, pasé 12 años estudiando en un colegio de curas, a pesar de lo cual, nunca me planteé la importancia de la religión, tanto en mi vida personal como en la de los demás. Recuerdo, eso sí, con cierta nostalgia de aquellos años de compañeros de clase y anécdotas de colegio (todos tenemos más de las que podemos recordar), el primer momento de la mañana, en el que el tutor de cada grupo escogía a un chaval para leer por megafonía algún fragmento de la biblia del que se suponía que debíamos extraer alguna enseñanza (muchos de nosotros esperábamos el momento de ser elegidos para hacernos los graciosos por el altavoz y más de uno se llevó una "sagrada colleja"). Después de la lectura, a la que nadie prestaba mucha atención, a excepción del que la recitaba, tocaba rezar el consabido Padre Nuestro que marcaba el final de aquellas "charlas" y el comienzo de las clases.

A mi personalmente me enseñaron a rezar desde pequeño, de carrerilla, como si estuviese aprendiéndome la tabla del 8 o los ríos de España. Si iba a confesarme a la iglesia del colegio (los curas se cuidaban mucho de que fuésemos regularmente, sobre todo en primaria) el confesor comenzaba con el "Ave María Purísima..." para que yo le respondiese con el "...sin pecado concebida", y después de largarle mis pensamientos impuros y otra suerte de pequeñas tonterías, ¿qué era lo que me recetaba? Pues sí, más rezos. "Si quieres que Dios te perdone -decían- debes confesarte a menudo y rezar más aún". Rezar por los demás, por uno mismo, rezar para salvarte, para que El Señor te absuelva y puedas volver a pecar, rezar, al fin y al cabo, para que nunca olvides que Él te observa siempre y conoce tu alma y tus secretos...

¿Pero que pasaría si en lugar de ser nosotros quienes necesitamos de un Dios que nos absuelva de nuestros errores para así sentirnos limpios, seguros de contar con su bendición, fuese al contrario? ¿Qué ocurriría si Dios o, en este caso, los Dioses, fuesen los que anhelasen nuestros ruegos y plegarias para que no les olvidemos y, de esta forma, seguir existiendo? Pues este es el supuesto en el que se basa la película Ira de Titanes, y la razón de que os haya contado toda esa parrafada.

Sam Worthington en Ira de Titanes
Desde luego el argumento es muy flojillo, exactamente como el de su predecesora, cuya trama consiste en que los dioses se sienten ofendidos por los actos de los humanos y envían al craken (un calamar gigante) a castigarles por su osadía, por lo que Perseo, hijo de Zeus y de una humana (lo que lo convierte en semidios) tendrá que componérselas para destruir a la bestia antes de que llegue. Por suerte para el espectador, el punto fuerte de la historia no es ese, sino el viaje que emprende para encontrar la manera de matar al calamar, un periplo plagado de peligros y de alguna que otra criatura mitológica que hará las delicias de los aficionados al género.

Y como ya nos viene acostumbrando Hollywood desde hace mucho tiempo, si la fórmula funciona, ¿para qué complicarse? Efectivamente, la secuela tiene los mismos ingredientes que la primera: una amenaza colosal anunciada al comienzo de la peli, un viaje para encontrar "algo" que impida la catástrofe, y el consabido final que, además, acaba en un santiamén. Siento ser tan escueto, pero no soy de esos que publican una crítica destripando los entresijos de la película, con el consiguiente y justificado cabreo del lector hacia el que la escribe.

¿Diferencias con la primera? Nuevas criaturas como los cíclopes (por favor, si alguno sabe qué ser mitológico con un par de cuernos enormes es el que ataca al prota antes de que llegue a salvar a su padre hacia el final de la película, le agradecería mucho que pusiera un comentario aclarándomelo...), nuevos dioses como Ares o Hefesto o semidioses como el hijo de Neptuno (insufrible desde el minuto uno de su aparición), constituyen las únicas modificaciones con respecto a Furia de Titanes.La película es entretenida y, junto a las interpretaciones de los actores principales y los excelentes efectos especiales, consigue mantener nuestra atención los aproximadamente 100 minutos que dura la cinta.

Deteniéndome en los actores, a mi juicio diría que estamos ante un Sam Worthington (Perseo) muy correcto y muy cómodo en el papel protagonista, (al igual que lo estuvo en Avatar y, seguramente, volverá a repetirlo en su secuela), pero sin duda los que parten el bacalao en esta segunda parte, a diferencia de la primera en la que casi no salen, son los siempre geniales Liam Neeson (Zeus) y Ralph Fiennes (Hades) en su papel de hermanos enfrentados en sus ideas acerca del destino de la humanidad y el suyo propio.

Liam Neeson en una escena de la película
No puedo dejar de hacer hincapié en la enorme química entre estos dos actores que me hicieron recordar inevitablemente su interpretación en La lista de Schindler, en aquella escena en la que Ralph Fiennes comenta como si tal cosa a un indignado Neeson cómo funciona un campo de concentración con las muertes que ello conlleva, mientras toman  una copa y se fuman un cigarro. Si hay alguien que no haya visto esta película, le recomiendo encarecidamente que se haga con ella, porque es una verdadera obra de arte.

Como curiosidad, destacar el guiño que hacen a la peli de 300 cuando Perseo llega a donde está situado el ejército de los griegos y, a modo de saludo, comienzan a entonar al unísono el famoso grito de combate que les oímos a los espartanos antes de entrar en faena, que sería algo así como ¡Aú, aú, aú! (bueno, ya sabéis a lo que me refiero), como recordándonos que la precuela llegará dentro de poco a los cines.

En definitiva, es una película muy cuidada en cuanto al aspecto visual, aunque no tanto por el lado argumental, en el que hay algunas cosas que chirrían, como la actitud de Perseo hacia su padre Zeus, que en Furia de Titanes es de rechazo total (de hecho no le reconoce como su verdadero padre) y que contrasta poderosamente con el cariño desmedido que siente hacia él en esta secuela, hasta el punto de derramar unas lágrimas cuando las cosas le van mal dadas al todopoderoso dios del Olimpo.

Sin más que añadir, os espero en la próxima crítica, y no olvidéis rezar vuestras oraciones antes de acostaros. Nunca se sabe quién podría necesitarlas...


Lo mejor: Los efectos especiales y las interpretaciones de los principales dioses de la historia

Lo peor: Una estructura argumental demasiado vista ya...  





2 comentarios:

  1. Según mi humilde opinión, es una de las más flojas secuelas que recuerdo. Personajes que no son muy creíbles, el guión es muy pobre, aunque es solo mi opinión.

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    1. Tienes toda la razón, el guión es bastante regulero! Gracias por tu opinión!

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